Wednesday, February 3, 2010

Un Conflicto Familiar

Como podemos ver, el conflicto árabe-israelí es familiar

Se menciona a Abraham como padre de todos los creyentes. Pero solamente en Isaac, Jacob y sus descendientes, Dios ha prometido levantar su Reino en esta tierra y dar la salvación a los seres humanos. Seguidamente, veremos como a través del error de Abraham surgió el gran conflicto entre Israel y el Medio Oriente, tal como existe en el día de hoy, ya que también los árabes se refieren a Abraham como padre.

El siglo pasado, probablemente entrará en la historia de la humanidad como el siglo de más turbulencias. Durante los primeros 45 años, tuvieron lugar dos guerras mundiales, en las cuales miles de millones de personas encontraron la muerte. Fue también en este siglo que entró el comunismo en Rusia, derrumbándose nuevamente después de unos 70 años.

Igualmente, en este siglos se levantó un espíritu oscuro y siniestro que sedujo a los seres humanos a tratar de solucionar el así llamado, problema judío. Este mismo espíritu fue responsable por el nacimiento del más terrible de los pactos de poderes antisemíticos jamás vistos en el mundo. Más de seis millones de personas judías fueron asesinadas por las manos homicidas y sanguinarias del régimen nazi, bajo el liderazgo de Adolfo Hitler.

El regreso de los judíos

No obstante, en ese siglo, también experimentamos algo absolutamente único. El regreso de los judíos a la tierra de sus antepasados. Fue a fines del siglo 19 que llegaron los primeros colonos. Y juntamente con aquellos que ya estaban allá, comenzaron a cultivar algunas partes de la tierra llamada “Palestina”. Su objetivo era despertar la tierra a una nueva vida ya hacer que volviera a fructificar, produciendo así alimentos para aquellos que aún abrían de llegar.

Al principio, todo pareció ser inútil. Pero los judíos persistieron, y el fruto de su trabajo finalmente llegó a ser la fundación del estado de Israel, el 14 de Mayo de 1948.

Paralelamente el desarrollo del sionismo moderno, cuya meta es traer a los judíos de regreso a la tierra de Sion, las naciones árabes, repentinamente aumentaron en importancia. Las naciones industrializadas, inesperadamente, se vieron expuestas a la voluntad del mundo árabe, el cual poseía el control sobre enormes yacimientos petrolíferos.

Toda esa controversia no es mayormente de índole política, religiosa, militar, o económica, sino que, en realidad, se basa en un conflicto familiar. Así como dos niños en una familia se pelean por un juguete, así los árabes y los judíos combaten por la herencia: La Tierra de Israel.

Abraham: El comienzo de Israel y de los Árabes

El hombre con quien comenzó el conflicto árabe-israelí se llama Abraham. El fue un personaje extraordinario, ya que recibió una promesa muy específica de Dios el Creador: “Pero el Señor había dicho a Abraham: vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:1-3). Esto no es simplemente la bendición de un sacerdote, un profeta o un religioso. No, ¡sino que esta bendición le fue confirmada a Abraham por las cuatro afirmaciones del Creador del cielo y de la tierra, es decir, nada menos que por el mismo Dios Eterno, quien fue desde el principio, quien es y quien será eternamente!

Este hombre, Abraham, recibió de Dios la indicación de dejar todo y de viajar a la Tierra Santa. Abraham confió en el Dios vivo, quien le había hablado.

Uno de los rasgos extraordinarios de la personalidad de Abraham, era que él hacía lo que le era dicho. El le creía a Dios y actuaba de inmediato. Por eso dice de él en el Nuevo Pacto: “… para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados” (Romanos 4.11).

Abraham era un fiel siervo de Dios. Más que cualquier otro, él le creía a este Dios. Aún así él permitió a su carne andar en asuntos propios, paralelamente a su vida espiritual. De ahí que podemos remontar los actuales conflictos en el Medio Oriente hasta este gran patriarca de ambos pueblos, los israelitas y los árabes.

Abraham y los árabes

Fue Sarai, la esposa de Abraham, la primera en perder la paciencia. “Dijo entonces Sarai a Abraham: Ya ves que el Señor me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos de ella. Y atendió Abraham al ruego de Sarai” (Gn. 16.2). Abraham, en aquel tiempo de ochenta y seis años de edad, tuvo una hora débil. El parece haber olvidado a su Dios y haber llegado a una conclusión aparentemente lógica: “Debemos hacer algo”.

Es muy posible que, en este punto , él estuviera de acuerdo con Sarai, suponiendo que esta era la voluntad de Dios. Siguió el consejo de su esposa: ” Y é se llegó a Agar, la cual concibió; y cuando vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora” (Gén.16.4). Está claro, que ese no era el camino de Dios. Repentinamente surgieron dificultades. Sarai ahora era menospreciada por su sirvienta Agar ya que, después de todo, era ella quien le había dado a Abraham el hijo primogénito. El niño recibió el nombre de Ismael.

Si Abraham y Sarai llegaron a darse cuenta o no que actuaron equivocadamente, no lo podemos deducir de las Escrituras. Pero, evidentemente, Dios no volvió a hablar con Abraham hasta 13 años más tarde, cuando este tenía noventa y nueve años, repitiendo entonces la promesa que El le había dado anteriormente. Hasta esa fecha, en realidad, se llamaba Abram (Soberano Padre). Ahora, sin embargo, Dios cambió su nombre y lo llamó Abraham, lo que significa “Padre de la multitud”.

La oración de Abraham en favor de los árabes

Después de haber recibido instrucciones adicionales, parece que Abraham pensó que Dios ahora confirmaría a Ismael como su heredero. Por eso él oró: …¡Concédele a Ismael vivir bajo tu bendición! (Gén.17.18). Pero, el Eterno Dios inmediatamente lo corrigió “A lo que Dios contestó: ¡Pero es Sara, tu esposa, la que te dará un hijo, al que llamarás Isaac! Yo estableceré mi pacto con él y con sus descendientes, como pacto perpetuo” (v 19).

No obstante, Dios confirmó claramente haber escuchado la oración de Abraham en favor de Ismael: “En cuanto a Ismael, ya te he escuchado. Yo lo bendeciré, lo haré fecundo y le daré una descendencia numerosa. El será padre de doce príncipes. Haré de él una nación muy grande.” (v 20). Sin embargo, Dios enfatizó que Ismael no sería el heredero del pacto, sino Isaac: “Pero mi pacto o estableceré con Isaac, el hijo que te dará Sara de aquí a un año, por estos días.” (v 21).

Las bendiciones de Ismael

La elección de Isaac no disminuyó en absoluto las enormes bendiciones prometidas a Ismael. El fue bendecido para ser fructífero y para multiplicarse “mucho”. El sería el padre de doce príncipes y llegaría a ser una “gran” nación.

Podemos encontrar el cumplimiento de esta promesa en Génesis 25, donde leemos que de la raíz de Ismael, verdaderamente, procedieron doce príncipes. De acuerdo a lo recién leído, Dios dio a él y a sus descendientes enormes bendiciones y promesas.

Sin tener esto en cuenta, los descendientes de Ismael, el hijo de Abraham, se convirtieron en grandes enemigos de Israel (como podemos leer en el Salmo 83), y lo siguen siendo hasta el día de hoy.

Abraham y sus demás descendientes

Sara, la amada esposa de Abraham, falleció a la edad de 127 años, después de haber dado a luz al niño prometido a los 90 años de edad. Después que Abraham envió a su siervo a buscar una esposa para su hijo Isaac (a su vez una hermosa imagen de la novia de Mashiaj – Mesías), posiblemente, pensó que su llamamiento había terminado.

Génesis 25.1-6 nos informa que, después de que Isaac se casó con Rebeca: “Abraham volvió a casarse, esta vez con una mujer llamada Cetura. Los hijos que tuvo con ella fueron: Zimrán, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súaj. Jocsán fue el padre de Sabá y Dedán. Los descendientes de Dedán fueron los asureos, los letuseos y los leumeos. Los hijos de Madián fueron Efá, Efer, Janoc, Abidá y Eldá. Todos estos fueron hijos de Cetura. Abraham entregó todos sus bienes a Isaac. A los hijos de sus concubinas les hizo regalos y, mientras él todavía estaba con vida, los separó de su hijo Isaac, enviándolos a las regiones orientales.” Abraham, con su edad avanzada, nuevamente comienza una familia. Al investigar el árbol genealógico de la misma, vemos que los hijos de Abraham con Cetura también llegaron a ser fuertes enemigos de Israel. De ahí que podemos ver claramente que los árabes, en general, quienes también dicen que Abraham es su padre, verdaderamente pertenecen a la misma familia y están emparentados con Israel.

Reconciliación definitiva

El conflicto familiar en el Medio Oriente no será resuelto por diplomáticos, ni por EE.UU. o Europa, ni tampoco por las Naciones Unidas.

El Señor mismo, el Príncipe de Paz, y solamente El, hará que haya paz eterna. El ya pagó el precio por la paz. Tan solamente El es capaz de traer verdadera reconciliación. No será una reconciliación mediante un papel, realizada por algún político inteligente, sino que El ordenará la paz en base a sus propias Palabras: “Consumado es” Estas palabras están selladas por toda la eternidad, con su sangre. ¡El verdadero precio por la verdadera paz está totalmente pagado!

Cuando al fin Israel lo vea a El, a quien traspasaron, y lo reconozca como el Salvador del mundo el Mashiaj-Mesías de Israel, eso no podrá ser inadvertido, sino que también influenciará a las naciones circundantes. Será entonces, cuando Dios cumplirá toda la promesa que El haya hecho a todos los descendientes de Abraham.

El profeta Isaías, hace 2700 años, profetizó de este poder unificador de Dios: “En aquel día habrá una carretera desde Egipto hasta Asiria. Los asirios irán a Egipto y los egipcios a Asiria, y unos y otros adorarán juntos. En aquel día Israel será, junto con Egipto y Asiria, una bendición en medio de la tierra. El Señor Todopoderoso los bendecirá, diciendo “Bendito sea Egipto mi pueblo, y Asiria obra de mis manos, e Israel mi heredad”. (Isaías 19.23-25)

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